l'empreinte digitale ED 13029
Numen 1994
01 - Suerte [4:26]
02 - Entre esperanza y deseo [5:19]
03 - Entre tus manos [6:11]
04 - Vida y muerte [1:59]
05 - Daño y alivio [3:32]
06 - Sabio amigo [8:15]
07 - Belleza [2:50]
08 - Gacela [6:20]
09 - Grabado [7:15]
10 - Luna [4:57]
11 - Sol de suerte [1:47]
Abed Azrié: canto árabe
Pedro Aledo: canto español
Sameh Catalan: violín
Imad Morcos: qanún
Adel Shams: percusión (mazhars, riqq, darbuka)
Nasser Soumi: gritos árabes (tatyíb), palmas
Carmen Álvarez: castañuelas, zapateado, palmas, jaleo
Maria Fernández: palmas
Vicente Pradal: guitarra flamenca, palmas, jaleo
Benoît Urbain: acordeón cromático, teclados y
sintetizador
Dirección musical: Abed Azrié
Grabado y mezclado por Gérard Lhomme en el studio de
Chennevières
Assistentes: Stéphan Bili, Laurent Vabre
Mastering: Jean-Pierre Bouquet, Digipro
"¡Eso tiene duende!"
Manuel Torre, gran artista del pueblo andaluz, decía a uno que
cantaba : "Tú tienes voz, tú sabes los estilos, pero no
triunfarás nunca, porque tú no tienes duende."
En toda Andalucia, roca de Jaén o caracola de Cádiz, la
gente habla constantemente del duende y lo descubre en cuanta
sale con instinto eficaz. El maravilloso cantaor El Lebrijano, creador
de la Debla, decía : "Los días que yo canto con duende
no hay quien pueda conmigo"; la vieja bailarina gitana La Malena
exclamó un día oyendo tocar a Brailowsky un fragmento de
Bach: "¡Olé! ¡Eso tiene duende!"
Todas las artes son capaces de duende, pero donde encuentra
más campo, como es natural, es en la música, en la danza
y en la poesía hablada, ya que estas necesitan un cuerpo vivo
que interprete, porque son formas que nacen y mueren de modo perpetuo y
alzan sus contornos sobre un presente exacto.
En toda la música árabe, danza, canción o
elegía, la llegada del duende es saludada con
enérgicos "¡Alá, Alá,!", "¡Dios,
Dios!", tan cerca del "¡Olé!" de los toros, que
quién sabe si será lo mismo; y en todos los cantos del
sur de España la aparición del duende es seguida
por sinceros gritas de "¡Viva Dios!", profundo, humano, tierno
grito de una comunicación con Dios por medio de los cinco
sentidos.
Así, pues, el duende es un poder y no un obrar, es un
luchar y no un pensar. Yo he oído decir a un viejo maestro
guitarrista: "El duende no está en la garganta; el duende
sube por dentro desde la planta de los pies." Es decir, no es
cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir,
de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en
acto.
Este "poder misterioso que todos sienten y que ningún
filósofa explica" es, en suma, el espíritu de la
tierra.
Una vez, la "cantaora" andaluza Pastora Pavón, La
Niña de los Peines, sombrío genio hispánico,
equivalente en capacidad de fantasía a Goya o a Rafael el Gallo,
cantaba en una tabernilla de Cádiz. Jugaba con su voz de sombra,
con su voz de estaño fundido, con su voz cubierta de musgo, y se
la enredaba en la cabellera o la mojaba en manzanilla o la
perdía por unos jarales oscuros y lejanísimos.
Pero nada; era inútil. Los oyentes permanecían callados.
Pastora Pavón terminó de cantar en medio del silencio.
Solo, y con sarcasmo, un hombre pequeñito, de esos hombrines
bailarines que salen, de pronto, de las botellas de aguardiente, dijo
con voz muy baja : "¡Viva París!", como diciendo:
"Aquí no nos importan las facultades, ni la técnica, ni
la maestría. Nos importa otra cosa." Entonces La Niña
de los Peines se levantó como una loca, tronchada igual que
una llorona medieval, y se bebió de un trago un gran vaso de
cazalla como fuego, y se sentó a cantar sin voz, sin aliento,
sin matices, con la garganta abrasada, pero... con duende.
La Niña de los Peines tuvo que desgarrar su voz porque
sabía que la estaba oyendo gente exquisita que no pedía
formas, sino tuétano de formas, música pura con el cuerpo
sucinto para poderse mantener en el aire. Se tuvo que empobrecer de
facultades y de seguridades; es decir, tuvo que alejar a su musa y
quedarse desamparada, que su duende viniera y se dignara luchar
a brazo partido. ¡Y cómo cantó! Su voz ya no
jugaba, su voz era un chorro de sangre digna por su dolor y su
sinceridad.
Federico García Lorca, La
Habana, 1930
En la composición de Suerte, el objetivo musical de Abed
Azrié era captar la subida fortuita de esta misteriosa
energía que atraviesa el cuerpo en el momento musical,
fenómeno llamado duende en la cultura española y tarab
en la cultura árabe, a través de un acercamiento interior
y denso de la civilización arábigo-andaluza,
nacida de la fusión de los mundos antiguos y medievales,
de las culturas cristianas, judías y musulmanas... En su
búsqueda del alma andaluza, la música pone en escena dos
voces de hombre y dos lenguas. Las tradiciones orales y escritas
se confrontan y se conjugan uniendo tres instrumentaciones: árabe,
flamenco y occidental. Fusión del tiempo de antaño
con el presente absoluto, el universo que Suerte evoca es
también una celebración del amor, la danza, la
alegría y, sobre todo, la mujer.
La música de Azrié reencuentra sus orígenes para
luego alcanzar una síntesis totalmente moderna.
Abed Azrié ha seleccionado como textos para sus canciones una
serie exquisita y refinada de muwashshahat, poemas andaluces
del siglo XI, anónimos en su mayoría. Esta forma
multirrima y multimétrica nació en España a
finales del siglo IX y significa básicamente: "mantilla bordada
simétricamente de perlas y joyas con la cual se adorna la
mujer". Creación por lo general popular
en lengua árabe, de estilo sencillo, transparente y
espontáneo, el muswashshah es contemporáneo de las
canciones de trovadores y troveros del Occidente medieval, con las que
comparte los temas y la delicadeza. Traducido al castellano, exalta la
dualidad de las culturas y trasciende su sentido a través de la
pura musicalidad.
Nacido en la ciudad de Alepo, Siria, Abed Azrié se
benefició de la confluencia de diversas culturas musicales:
entre Oriente y Occidente, Alepo es la puerta del Levante y de la
Mesopotamia, cuna de las culturas mediterráneas, junto a la cual
se encuentran las influencias griegas, turcas, iraquíes,
iraníes, egipcias, kurdas y armenias. Adolescente, entre estas
ciudades mágicas de Alepo y Beirut, el compositor se familiariza
con la música popular occidental, las canciones francesas,
americanas, italianas y españolas, mientras estudia literatura
árabe en la Universidad Libanesa.
Durante un viaje descubrió París y, desde 1967,
allí vive y trabaja profundizando sus conocimientos de
música clásica europea, de los poetas sufíes, y
sobre todo de la Epopeya de Gilgamesh que ha traducido al
francés y musicado. En 1990 firmó su primer contrato
americano con Elektra Noneshuch/Warner para su álbum "Aromates"
que sedujo a artistas tan diferentes como John Cale, Astor Piazzola,
Johan Adams, Leonard Cohen, Caetano Veloso, David Byrne y Peter Sellars.
Bernard Moussali, Paris, 1994>
1. Suerte (prólogo)
Su mirada es vino
Su mejilla un huerto
Su boca es coral
Arrayán su cuerpo
Su palabra es cierta
Su amor paraíso
Muhammad ibn Ubada de Málaga, siglo XI
Como en un collar en su cintura
Engarzan mil joyas de hermosura
Ramo, sol de suerte, media luna
Ramo, sol de suerte, media luna
Funde las miradas cuando sale
El manto del sol de su semblante
Alba que jamás muere en la tarde
En forma de prólogo, esta obra presenta a cada uno de sus
participantes, reunidos en una brillante tonalidad que expresa todas
las facetas de su virtuosismo. Sobre el zumbido hipnótico de una
nota de guitarra (re), los instrumentos se instalan en el tempo
desgarrador del Masudi saghi en el modo Ajam,
equivalente a la tonalidad mayor occidental y condición
melódica para su fusión. Jaleos y tatyih
prorrumpen concretando el entusiasmo en el más antiguo y
religioso sentido de la palabra. Como llamadas imperativas al
encuentro, los cantos se expresan de manera separada y no se
reúnen todos hasta alcanzar la serenidad del final instrumental.
2. Entre esperanza y deseo
Pongo todo lo que tengo
Entre esperanza y deseo
Y por mucho que se enfade
No por eso desespero
Antes digo: corazón, no abrigues
En tu seno
Un mal pensamiento
Mal pensamiento
Y al alma le gritó: ¡ofrece!
Sufre y ofrece sufriendo
Haz lo que quieras que nunca
Me sentiré descontento
Poema atribuido a Abu al-Walid Yunus ihn al-Khabbaz de Murcia.
Una sutil introducción se efectúa con la guitarra en
estilo taranta, seguido de un preludio estéreo de
acordeón cromático en un ritmo de habanera
4/4 que da paso a los demás instrumentos. Aéreo, el canto
árabe se eleva entonces en el modo kurd,
acentuado por los nostálgicos contracantos lawazim
en estilo flamenco taranto. El canto español es
acompañado por la percusión árabe sobre un ritmo Wahda
4/4. Las lawazim son tocadas por el qanún, el
violín, el acordeón y las cuerdas, en una
atmósfera desgarradora, apaciguada poco a poco por el poema.
3. Entre tus manos
Entre tus manos
Vida y muerte
Daño y alivio
Mi corazón qué te ha hecho
Que sus pesares no cesan
Sufre y se queja de amores
Y en los silencios se alejan
Tienes mi vida y mi muerte
En las palmas de tus manos
Eres mi daño y mi alivio
En tu boca está el remedio
Mis males en ti se funden
Juzga según tus deseos
Poema atribuido a Abu al-Walid Yunus ihn al-Khbbaz de Murcia.
En modo Kurd, este fragmento empieza por un taqsim,
improvisación meditativa interpretada por el violín con
modulaciones concebidas como sueños y seguidas por un solo
enérgico de zapateado. Surge armoniosamente una
introducción de guitarra y de canto árabe en el estilo soleá
12/4 con palmas y jaleas tónicos. Aparece un segundo preludio en
el qanún anunciando los melancólicos motivos de un canto
español, en el mismo estilo. Entre el desgarramiento y la
majestuosidad, la melodía fluye en impetuosas corrientes.
4. Vida y muerte
Esta variación del tema precedente es interpretada por los
conjuntos árabe y flamenco en un tempo Wahda 4/4
evocando los arabescos y vaivenes de la habanera. Los dos cantos
exhalan aquí perfumes diferentes y, aprovechando sus
especificidades, tan solo se reúnen al final, como para concluir
las florituras de la inspiración y anunciar el próximo
clima rítmico y modal.
5. Daño y alivio
Los tamboriles combinan maquiavélicamente ritmos árabe Malfuf
y Karatchi en 2/4. Resplandeciente, la guitarra
interpreta una rumba flamenco con dos preludios del violín y del
qanún; luego, los cantos solares se aproximan cada vez
más, con diferentes formas de ritmos y de improvisaciones,
jaleando y haciendo palmas al mismo tiempo, mientras que las cuerdas y
el acordeón se apoderan del espacio musical para cerrar este
onírico recorrido con un fuego de artificio diurno.
6. Sabio amigo
Ha de haber un buen amigo
Que socorra el mal de amores
Del que va solitario
Sometido a sus dolores
Ya está bien lo que tengo
Pero pierdo, ay, la paciencia
Nunca abrí mi deseo
Pero grande es su violencia
Por un vaso de vino
Me confesé sin temores
Porque el vino si es puro
Saca lo que un pecho esconde
A salud del amado
Que en él viven mis amores
Un taqsim tocado al ganún en el modo Hijaz Kar,
sigue al tema floral del acordeón pero, contrariamente a las
antiguas costumbres, el canto a dos voces se eleva en el modo Hijaz
explorando su sensual complejidad. La marimba y luego la
percusión árabe instalan una lasciva pulsación en
un ritmo Yuruk 6/8. Manipulando melódicamente las
contrarias, el acordeón acompaña al canto árabe,
mientras que el qanún junto con el violín lo hacen al
canto español. En esta obra la guitarra se toca en 6/8 en el
estilo por bulerías, con palmas y zapateados. El
final instrumental desgrana solos cortos de virtuosismo a cargo del
acordeón, el violín, el qanún y la guitarra,
encargados de revelar su quintaesencia.
7. Belleza
Quiso cegarme con su amor
Pero mi alma resistió
No siento ansias de consentir
De esa gacela al cruel huir
Si tanto amor penas te dio
El corazón te embelleció
En homenaje a místicos rituales, dos tambores graves enmarcados
son el preludio de un canto bilingüe en canon, al ritmo 5/4. A la
sombra del frescor de los instrumentos, cada artista efectúa
luego su solo, expresando su emoción con tarab o duende.
El conjunto árabe y el Flamenco permanecen ausentes durante un
tiempo. Con solos de la trompa y el acordeón, el grupo
acústico y electro-acústico teje la tela del
acompañamiento de los cantos en los modos Kurd y Farah
Faza. En filigrana se adivina el murmullo de las fuentes de
Andalucía en el jardín secreto de las melodías.
8. Gacela
Si me gusta gacela
Saber que soy tu esclavo (bis)
Pido en cambio a la luna
Que me de mejor fortuna (bis)
Tu mirada se aleja
Hacia otras quejas cautivas
Y en sus ojos tunantes
Corren guiños tan gachones
Que al caer en su cerco
Todo el ser se descompone
En el ritmo Khayyali 4/4 de los caballeros de
antaño, el clave, la marimba, el acordeón y las cuerdas
componen un clima lúdico particular en torno a los cantos que
dialogan y se separan en solos, con una intervención de guitarra
para tango flamenco, de palmas y zapateado, al igual que
un toque de violín en el modo Saba. Reina
soberana la síncopa, los cantos oscilan nerviosamente entre los
modos Hijaz y Kurd, destacando el final gracias a una
metamorfosis rítmica en Tshifté Telli 8/4,
con un solo final de acordeón. Así corno en un bestiario
fabuloso, este conjunto resulta ser un homenaje a la mujer, gacela
simbólica y paradisíaca de los poetas árabes.
9. Grabado
El sueño me hizo perder
Si ella lo sabe, no lo sé
¡Ay! si pudiera aquí volver
Se apiadaría de mi ser
Ha resurgido en mi mirar
Para mi pena alimentar
Un largo preludio de violín en el modo Nahawand
teje sus lánguidas modulaciones. Cada canto se muestra con una
originalidad cincelada por la emoción. En primer lugar el
español es acompañado en un ritmo de 6/4 por las cuerdas
con sonoridades electro-acústicas; sigue luego un solo de
violín conjugando lo efímero con lo vivaz.
Después, el árabe alternando graves y agudos conmueve con
un llanto estremecedor en el ritmo de 6/4 de un tamboril que clausura
la segunda parte, como una joya depositada con amor en la boca de una
casta prometida.
10. Luna
O luna henchida de perfección
Y ramo en bella proporción
Cuánta ignorancia sin curar
Cuánta hermosura sin contar
Al compararte con el sol
Más que un cumplido es un error
Con este amor he de ser fiel
Aunque me cueste morir de él
Alma, ¿tuviste algún favor?
Cuerpo ¿qué ropa te vistió?
Han disfrazado tu penar
Pero te honraban sin pensar
Como dando vueltas, la introducción de percusión
árabe mide los 6/4, 5/4, 4/4 y 6/8 a partir del madhhab,
tema principal en el estilo Yuruk Sama'i. Replicas
melódicas y rítmicas con jaleos, palmas y zapateado
marcan los cantos. Una antigua pasión arde entonces con toda su
fuerza. Acentuando la tensión, el ritmo de la guitarra es por bulerías.
El qanún, el violín, el acordeón y la cuerda
acompañan los cantos en el modo Hijaz: replicas
auténticas de su creatividad. La incandescencia del arte se hace
entonces astral.
11. Sol de suerte
Como en un collar en su cintura
Se engarzan mil joyas de hermosura
Ramo, sol de suerte, media luna
Ramo, sol de suerte, media luna
Esta obra se inspira en el prólogo y expresa el todopoderoso
secreto del Eterno Retorno en sus más alusivas e inesperadas
manifestaciones. El canto realiza una improvisación en el modo Ajam
sobre un ritmo Masmudi Saghir 4/4. Qanún,
violín, guitarra y acordeón se juntan en el
acompañamiento. Desde luego, el pasado del arte andaluz no
volverá nunca, tal como fue proferido, pero seguirá vivo
para siempre gracias a la memoria y a la inspiración de la
modernidad. Resucitado gracias a la magia de esta obra, nunca tan
cierto aquel viejo dicho sufí: "Si escucha música, el ser
perfecto se conmueve, y quien se conmueve, bebe; quien bebe, se
regocija, y quien se regocija, se ausenta del mundo; quien se ausenta
del mundo, se presenta en el más allá y lo ve; quien lo
ve, lo obtiene, y quien lo obtiene, consigue la unión con Dios".
Bernard Moussali