Le Chant des Cathédrales. Notre Dame, ss. XII-XIV
Ensemble Gilles Binchois, Dominique Vellard




medieval.org
cantus-records.com
Cantus "Mirror Collection" 9703/4 · 2 CDs

2003



CD 1

La Escuela de Notre Dame (1163-1245)



CD 2

Permanencia e influencia (ss. XII-XIV)







CD 1
La Escuela de Notre Dame (1163-1245)

Durante el siglo XIII París se fue convirtiendo, progresivamente y gracias a sus instituciones educativas y a la presencia cada vez más frecuente de la familia real, en el centro intelectual y artístico de Francia.

El estudio de la música, que hasta entonces se centraba sobre todo en los monasterios provinciales, empezó a catalizarse alrededor del claustro de la catedral de Notre Dame. Fue en ese momento, en la segunda mitad del siglo, cuando se tomó la decisión de reconstruir la catedral, en 1160.

La irradiación de este nuevo centro cultural y artístico atrajo tanto a los creadores como a los estudiosos y a los teólogos más reputados, y en esta efervescencia el mundo de la Iglesia, que trasmitía la tradición intelectual y espiritual, quedó confrontado con el de la ciudad. Conforme las ciudades fueron creciendo empezó a asentarse la creencia de que las luminarias de la cultura irían resolviendo las incertidumbres y las contradicciones de las Escrituras:

La presencia del verdadero sol
disipa las tinieblas de la Ley,
y las sombras retroceden.

En el contexto de esta fe en los intelectuales y en el progreso del pensamiento y de apertura de la Iglesia al mundo fue donde empezaron a tomar forma las primeras composiciones musicales de lo que hoy llamamos la Escuela de Notre Dame (1).

Aunque es difícil determinar con precisión las etapas que conducen desde el "nuevo canto" (Nova Cantica) del siglo XII (la nueva concepción de canto monódico y polifónico representado principalmente por los manuscritos que nos han llegado de San Marcial de Limoges) hasta la Escuela de Notre Dame, sí es posible sin embargo analizar los diferentes aspectos que caracterizan a ésta última gracias a, primero, los tres grandes manuscritos conservados en la Biblioteca Medicea-Laurenziana de Florencia y a la Biblioteca Herzog August de Wolfenbüttel; a los tratados de composición musical como el del Vaticano, escrito en el norte de Francia hacia 1160, verdadero tratado de contrapunto y de organum a dos voces; y, finalmente, a teóricos como Franco de Colonia, que enseñaba en la Universidad de París, y a Anónimo IV de Coussemaker, teórico inglés que describió extensamente la práctica musical en Notre Dame.

Los textos de los teóricos nos proporcionan información sobre las formas musicales utilizadas en Notre Dame que, progresivamente, se difundirían por diferentes catedrales y monasterios de toda Europa, como por ejemplo por el Real Monasterio Cisterciense de Las Huelgas, en Burgos, España.

La primera de estas formas musicales fue el organum duplum (a dos voces), que nos ha llegado a través de una tradición manuscrita que presenta una yuxtaposición de dos estilos. Por un lado el "estilo florido", y por otro el "discanto". Anónimo IV escribió en 1275: "El Maestro Leonin, por lo que se dice, fue el mejor compositor de organum (optimus organista), y compuso el gran libro de organa de graduales y el antifonario, para aumentar el servicio divino. Este libro estuvo en uso hasta tiempos del gran Perotin, que lo abrevió (o compendió) y además compuso clausulae y muchas y mejores secciones, porque era el mejor compositor de discanto (optimus discantor).

El Benedicamus Domino [14] es un excelente ejemplo de lo que decía Anónimo IV: la sección Benedicamus correspondería a la definición del estilo florido, la de Leonin, y la sección Domino sería la de discanto, la de Perotin. La pieza acaba con una sección denominada copula, un tipo de rápida vocalización que debía cantarse delicatore modo et subtiliare voce (delicadamente, con voz relajada y sutil). La interpretación del organum duplum debe intentar preservar el sentido de la unidad musical dentro de su propia dualidad estilística. Si bien el conocimiento de la teoría modal permite que se pueda descifrar de manera relativamente fácil el estilo de discanto, el del organum florido presenta problemas más complejos. Franco de Colonia, y también Anónimo IV, nos enseñan a reconocer, mediante los mismos signos gráficos que los usados para el discanto, las notas breves y largas gracias a su forma, a las pausas y a su relación de consonancias y disonancias con el tenor.

El organum triplum Alleluia, Nativitas [1] es, si creemos a Anónimo IV, obra de Perotin (Magister Perotinus). Es una vasta catedral de sonidos, una expresión de profunda alegría compuesta para resaltar el esplendor de la liturgia y resonar en la majestuosidad de los edificios góticos, bañados en la luz multicolor de sus impresionantes vidrieras.

Normalmente el organum se componía a partir de cantos litúrgicos preexistentes, provenientes de la tradición gregoriana, mientras que el conductus utilizaba material nuevo, con el canto preexistente (tenor) y el discanto escritos originalmente por el mismo compositor: "quien quiera componer un conductus lo primero que ha de hacer es inventar un canto, los más bello posible, y utilizarlo como base para componer después el discanto... De igual manera, quien quiera componer un triplum (tercera voz) deberá basarse en el tenor y el discanto..." Es esta individualidad de las líneas la que da al contrapunto una extraordinaria libertad. La voces tienen tal independencia que podemos encontrar diversas fuentes documentales con versiones a dos voces y a tres voces de la misma pieza, y hasta es posible hallar una versión monódica de un conductus a dos voces.

En los conducti polifónicos grabados en este álbum hay secciones sin texto, vocalizadas (sine littera) y secciones con texto, silábicas (cum littera). Escritas en notación modal, su estructura melódica se organiza gracias a un sistema de ordines (secciones separadas por pausas) que definen el fraseo.

Los conducti monódicos, cuyos textos en general se atribuyen a Philippe le Chancellier, de la Universidad de París, son disertaciones teológicas muy severas. Aunque sería teóricamente posible leer e interpretar estas melodías directamente del sistema de notación modal, el resultado musical es tan poco convincente que hemos preferido inscribir nuestra interpretación en la gran tradición de los conducti monódicos del siglo XII, deduciendo el ritmo de la pieza de la relación entre el texto y la música, de su estructura melódica y del equilibro de las frases.

El motete es, en su forma primitiva, el tropo de una sección de un organum (en el sentido de la silabización de la voz organal de una cláusula). Al principio sirvió como terreno de experimentación del arte compositivo durante el siglo XIII, para ir poco a poco liberándose de su función dentro de los organa y transformarse en una forma musical completamente autónoma.

El diario de visitas y actividades pastorales de Odon Rigaud, Arzobispo de Rouen a mitad del siglo XIII, nos habla de que los religiosos y religiosas cantaban, para distraerse, cantilenas, conducti y motetes, tanto en los claustros como en los jardines de los conventos, e incluso en el interior de los santuarios.

Salva nos, Stella maris [4] y O summi regis mater inclita [5] son dos rondeaux monódicos (rondellus) con estribillo y alternancia entre solista y coro. Es bastante posible que estas piezas se hubieran podido interpretar a lo largo de diversos entretenimientos que incluían danzas colectivas -ciertos tipos de danzas circulares- de monjes y monjas. Esta práctica de danzar colectivamente no sólo existió en realidad, sino que además fue objeto de vehementes críticas por parte del propio Arzobispo Rigaud.

Las cualidades requeridas para cantar este repertorio no han pervivido demasiado bien documentadas en los textos medievales, pero las constantes estéticas que aparecen de manera recurrente permitirían identificar una línea de continuidad en todo el arte vocal de la Edad Media. El Hermano Salimbene resumía estas cualidades en 1247: Habebat vocem grossam et sonoram, ita ut totum repleret chorum. Quillam vero habebat, subtilem altissimam et acutam, dulcem, suavem et delectabilem supra modum (tenía una voz fuerte y sonora, que llenaba el espacio del coro de la iglesia. Su voz era verdaderamente sutil, muy alta y aguda, suave, dulce e infinitamente deleitable).

Elias Salomonis, sacerdote francés de Saint-Astier, en el Périgord, insiste por su parte en la necesidad de acuerdo entre los cantores, en este texto de su tratado Scientia artis mus/cae de 1274: "Los cuatro cantores deberán estar familiarizados con los diversos estilos del arte de la polifonía. Es necesario que las sonoridades estén bien proporcionadas, que cada uno de los cantores conozca la parte de los demás y la tenga en cuenta al interpretar la suya. El que dirija al grupo no ha de dudar a la hora de guiar a sus compañeros. Para empezar dará a cada uno la nota sobre la que tendrá que comenzar, nota que el cantor sostendrá firmemente hasta que todas las voces estén asignadas y el director esté preparado a su vez para tomar lal suya. Dirigirá al grupo moviendo la mano sobre el libro, indicando los silencios y vigilando que las sílabas del texto se pronuncien con claridad. Si alguno de los cantores vacila o canta con voz demasiado baja, o se sale de ritmo, o introduce notas superfluas, el rector deberá decirle de manera educada al oído: «cantas demasiado suave», o «cantas demasiado fuerte», o «añades demasiados ornamentos», de mañera que los otros no le escuchen".

Quien hubiera asistido a nuestras sesiones de grabación podría haber hecho comentarios similares. Es dentro de este objetivo de continuidad en el que la interpretación de la música del pasado adquiere su sentido pleno. Se trata de una constante búsqueda del acuerdo entre las voces, del equilibrio sonoro, del respeto al texto y de escuchar a los demás.

© Dominique Vellard

Traduccion: José Carlos Cabello

(1) El desarrollo musical de la Escuela de Notre Dame corrió paralelo a la edificación de la catedral. Por ello hemos utilizado en el título del disco las fechas que corresponden a su construcción, 1163-1245.