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medieval.org (LPs. vols. 1-8)
medieval.org (CD 10)
Hispavox S 90.078
1979
compilado en CD en 1983 (CDM 67012)
Cara A
1.
I. Cuatro Kyries de 4º tono [4:34]
II. Tiento de 4º tono, XIII/Ve [5:35]
2.
I. Verso de 8º tono, Nº 2 (M) [0:35]
II. Verso de 8º tono, Nº 2 (S) [0:29]
III. «Pour un plaisir», CRECQUILLON [1:56]
3.
Diferencias sobre «Guárdame las vacas», I/H [4:56]
4.
Tiento de 1er tono, III/H [6:02]
Cara B
1.
I. Verso de 7º tono, Nº 1 (M) [1:04]
II. Tiento de 1er tono, X/Ve [5:01]
2.
I. Verso de 4º tono, Nº 4 (S) [0:39]
II. «Anchor che col partire», RORE [3:03]
3.
I. Tiento de 8º tono, IV-Ve [3:52]
II. Verso de 2º tono, Nº 3 (M) [0:42]
4.
I. Verso de 6º tono, Nº 1 (M) [0:33]
II. «Stabat mater», JOSQUIN, I/H, Segunda parte [8:04]
5.
I. Verso de 6º tono, Nº 7 (M) [0:32]
II. «Inviolata», JOSQUIN, II-H [3:07]
Las sesiones de grabación tuvieron lugar los días 21 al
24 de septiembre de 1977,
en la Iglesia de San Bernabé, de El Escorial.
Afinación y puesta a punto: Manuel Clavero.
Piano Steinway.
Realización y montaje: «Seon-Musikfilm», Hamburgo.
Dirección técnica: Wolf Erikson y Edda Facklam.
Dirección artística: Roberto Pla.
Interpretación: Antonio Baciero.
«... (la música) es reposo y es olvido,
todo en ella se funde
fuera del tiempo.»
MIGUEL DE UNAMUNO
COMENTARIO INICIAL
Unos cortos comentarios parecen, por oportunos, ineludibles como
preludio a la novedad interpretativa objeto de estas versiones de
Cabezón al piano, que dan una medida más abstracta y
también más universal de la estética del ciego
castellano. Desde el aspecto puramente interpretativo ofrecen pues el
consiguiente aliciente y son resultado de un muy personal
empeño. Y quizá esta nota fuertemente personal pueda
venir a potenciar también la carga subjetiva de unas
realizaciones llevadas a cabo sobre un instrumento que, si bien resumen
y síntesis de sus antecesores (clavicordio, cémbalo,
órgano, «piano a martillos»), es fruto típico
del Romanticismo. Estimando fuera de lugar, por otra parte, el trazar
fronteras y limitaciones a unas formas de creación tan
«liberadas» de cualquier estricta, definida materialidad,
pensamos sinceramente que ello puede hacernos avanzar en su
conocimiento y facilitar una mejor comprensión y razón
más clarificada tratándose de una de las épocas
más desbordantes del espíritu occidental: el
Renacimiento. Llámese Renacimiento en sus consecuencias
instrumentales, o primer Barroco, estas estructuras —pese
a toda la carga simbólica y ancestral heredada de los materiales
medievales, y junto a su relación histórica con los
instrumentos de la época—, están pidiendo a gritos
un vehículo técnico flexible, colorista y cálido:
una realización poética, abiertamente creadora, desasida
de prejuicios y limitaciones. No creemos en verdad desacertada esta
vinculación «interior» entre Renacimiento y
Romanticismo, presente en el concepto de las versiones
pianísticas aquí expuestas. (Aunque para muchos puedan
suponer una cierta ruptura o amalgama estilística discutible,
teniendo en cuenta la estrechez de criterio con que viene
observándose la mal llamada «música antigua»
por parte de algunos musicólogos y ejecutantes).
Los dos discos de piano incluidos en la presente Obra Completa de
Cabezón, tienen un doble carácter. Fueron la etapa final
de esta serie de grabaciones, y de ahí un poco como
último resumen de la experiencia interpretativa planteada a lo
largo de estos discos y, al mismo tiempo, fueron también el
primer vehículo instrumental sobre el que desde hace años
estoy realizando una singular tarea: la de «ver» desde el
piano la música barroca que, partiendo de la obra de teclado de
Bach, hacía necesario explicar ésta, a mi juicio, desde
el conocimiento de los estilos y técnicas anteriores. Así
ocurrió mi encuentro con la música barroca
española y necesariamente con Cabezón. Aparte del
legítimo orgullo con que desde entonces pude llevar a las salas
de conciertos unos pentagramas casi absolutamente desconocidos, fue
ocasión, igualmente, para experimentar lo que concretamente
Cabezón significaba como primer peldaño del gran arte
europeo del teclado. Como programa de trabajo fue un largo proceso de
aprendizaje y experiencias, en relación también con el
deseo de un mejor conocimiento del piano mismo como instrumento. Por
ello, al planear esta publicación de las obras completas,
pensamos que no debía aquí eliminarse en ningún
sentido tal posibilidad de ampliación y enriquecimiento.
La música de Cabezón, con frecuencia destinada al
órgano, no fue, sin embargo, concebida para ningún
instrumento concreto. Ya la misma titulación original de sus
fuentes impresas —Venegas y Hernando—, «para
tecla, arpa y vihuela», previene verdaderamente contra toda
voluntad de exactismo instrumental en su ejecución, que no
conocieron aquellos años. El contemporáneo Fray
Tomás de Santa María aclararía: «assi
para tecla como vihuela y todo instrumento en que se pudiera
tañer a tres, y a quatro voces, y a más». Los
músicos teclistas de aquel entonces hacían ante todo
Música, Música pura, ejecutable sobre cualquier tipo de
instrumento. De ese modo la de Cabezón, desde el teclado, fue
concebida para cualquier instrumento «de tecla», por
estarlo precisamente para todos y cualquiera de ellos. Me
atrevería incluso a añadir que sólo desde el
conjunto de los diferentes tipos familiares del teclado es donde
alcanza este arte su más convincente dimensión de
universalidad.
Es muy interesante cómo aquí cada tipo de técnica
de teclado es válida y realza aspectos muy concretos de estas
composiciones. Pero corno certeramente advierte el Prof. Almonte
Howell, «sólo haciendo uso de los plenos recursos de los
instrumentos y técnicas modernas pueden obtenerse ciertas
perspectivas importantes, inobtenibles de otra forma».
En cualquier caso, la dimensión emocional y el sentido
místico de estas músicas puede orientar su cauce por
diversos caminos (diferentes en cada tipo de instrumento). El sonido
mismo del piano, con su extraordinario componente «ideal» y
su capacidad de concentración poética, de
«interiorización», hacen potencialmente aún
más atractivas sus posibilidades en este sentido. Y aún
más en estructuras exteriores no complicadas pero cargadas de
tal densidad y timbre expresivo propio, que sólo personalizadas
en profundidad dejan percibir toda su hondura.
Estas grabaciones conocieron un ámbito ciertamente inspirador:
El Escorial. Su Iglesia de San Bernabé (o Parroquia «de
abajo») fue la que nos brindó en sus herrerianas
dimensiones un marco de renovado acercamiento a este autor, que mucho
desearíamos haber sido dignos de él. En aquellas noches
de trabajo, a través de esta música pudimos ver una vez
más actualizada aquella «visión» schumanniana
que, como reto a toda inspiración, aparece formulada al comienzo
de su gran «Fantasía en Do mayor,», uno de los
grandes monumentos de la historia del teclado:
«En la fantástica variedad del cosmos,
a través de todos los sonidos,
hay uno, sólo perceptible para aquel
que sabe escucharlo en su interior.»
ANTONIO BACIERO
En sus investigaciones musicológicas sobre esta época de
la música hispánica, ha subrayado siempre Monseñor
Anglés que el verdadero gran mecenas de la música en
nuestro país fue Felipe II y no Carlos V. Hasta entonces siempre
había sido defendida la teoría de que el gran auge en la
músiça hispánica del XVI se debía al
Emperador. Sin dejar de reconocer en la relevante figura de Carlos V el
papel decididamente promotor y estimulante de todas las artes en los
territorios bajo su regencia, sería no obstante injusto atribuir
al séquito flamenco que le acompañó a
España las causas exclusivas de dicho florecimiento. Con
ocasión del arte de la variación instrumental y sus
primeras brillantes cristalizaciones en la Europa del Quinientos, es
conocida la querella musicológica correspondiente, pero la
estricta verdad es que la persona de Carlos V no mostró nunca el
mismo celo de protección hacia instrumentalistas y
músicos hispánicos que su hijo el Rey Católico al
que debemos considerar sin duda, desde Alfonso X el Sabio, y con
él, el monarca español que más estimuló y
protegió el florecimiento musical en nuestro país.
Por su valor en este sentido, reproducimos aquí una carta
autógrafa de Don Felipe a su primo el Emperador Maximiliano II,
en la que, reciente la abdicación de Carlos V, se opone a la
cesión a Viena de la Capilla Musical del Emperador. Negativa
cubierta por la brevedad de sus líneas que al estilo de
inspirado, breve versillo cabezoniano podría servir como modelo
en su género. Interesante documento histórico que
publicamos aquí por vez primera:
Carta de Felipe II a Maximiliano II
Bruselas, 29 de noviembre de 1555
Señor:
Este criado de Vuestra Alteza me dio una carta suya del 26 de octubre
sobre lo de los cantores de Su Majestad y aunque Su Majestad se piensa
ir y no llevar Su Capilla me ha mandado que yo la tenga en pie como se
está sin disminuir della. Y por esto no puedo hacer luego lo que
Vuestra Alteza me escribió sobre esto. Vuestra Alteza vea lo que
me manda pues sabe que en todo le tengo de obedecer. Guarde Nuestro
Señor la Real Persona de Vuestra Alteza como deseo.
De Bruselas a 29 de noviembre de 1555
Buen hermano de Vuestra Alteza
El Rey
(«Haus-Hof-und Staatsarchiv», Viena. Spanien Hofkorrespondenz I,
Fol. 138).