Obras Completas de Antonio de Cabezón, 1510-1566 / Antonio Baciero
8. Versiones pianísticas, I. Las obras y sus versiones
Colección de Música Antigua Española / Vol. 31


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LAS OBRAS Y SUS VERSIONES



Cara A

1-I. Cuatro Kyries de 4.° tono
(Fuente: «Obras», Fol. 46)

En la descripción actual que los tratadistas gregoriánicos hacen de las características de los modos tradicionales, señalan el cuarto como «modus armonicus», participando de aquella «interna unión de piedad» atribuida a su modo auténtico correspondiente, el. tercer tono.

«Lleva en sí una íntima expresión de recogimiento», dice de él el P. Lombardi. Son las mejores palabras para estos Kyries. Hemos interpretado el grupo entero, integrado por cuatro de ellos, breves estructuras muy contrastadas entre sí. Según Willi Apel, los Kyries podrían ser considerados por su factura como pensados para una ejecución alternada. En cualquier caso, estos cuatro resumen lo mejor y más característico de estas microformas litúrgicas, quizá algo más extensas y solemnes de carácter y escritura que los Versos.


1-II. Tiento de 4.° tono, XIII/Ve
(Fuente: «Venegas», Fol. 26v.)

Una gran obra, que puede ponerse como ejemplo de este género y de las múltiples acepciones en él implícitas. Sus diversos tramos o partes principales, aparecen unidos por el denominador común expresivo que caracteriza el cuarto tono cabezoniano, un tipo de escala base muy polémicamente traída por los teóricos de la época. Remitimos en este sentido a nuestras notas al Tiento VI/H, en el Disco I («CATEDRAL DE TOLEDO», Cara B, n.° 2).

Como muy bien expuso Almonte Howell en su análisis de este tiento («Cabezón: An essay in structural analysis», 1964) es necesaria una minuciosa observación analítica para poder apreciar la gran altura estilística de esta obra. Efectivamente, la articulación de las diferentes secciones tiene lugar aquí ordenada por un claro principio estructural común, cuya relación motívica corre paralela a un sentido expresivo depuradísimo, presente en cada momento de la obra. En su última sección aparece en el tenor, literalmente, la segunda parte del «cantus» salmódico de 4.° tono o «saeculorum» que, según comenta el Prof. Howell, no sólo se inserta en el momento del «climax» cadencial (c. 155) sino que podría ser considerado como el verdadero «leitmotiv» en la relación temática y secuencial de todo el Tiento. El «saeculorum» de 4.° tono, en su modalidad base citada por todos los teóricos, desde Marcos Durán y Bizcargui hasta Fray Tomás de Santa María:

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es elaborado así por Cabezón:

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En esta adscripción tonal de 4.° tono vuelve el autor a alcanzar otro de los mejores momentos de su personal misticismo. Precisamente en esta amalgama de rigor y fantasía —poniendo en juego su sentido tonal-modal en toda su extensión— es donde, lejos de toda monotonía, las diversas ideas se alternan, conjugan y suceden en un alarde de refinada «lógica» expresiva y consecución ambiental. Pero, sin duda lo más admirable es ese carácter de frescura y espontaneidad que, cual inspirada improvisación, su fluido musical sabe transmitirnos.

También por su extensión (182 compases) y por la cantidad de temas expuestos sucesivamente (hasta diez distintos) se distingue esta obra de otros tientos de Venegas.

Interesante nota técnica ofrecen los compases 60-70 con un Mi agudo en el tiple que, reiterativamente, parece como detenido en un pensamiento que engarzan y flexionan las demás voces, caso que recordamos como único en toda la obra de Cabezón:

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Esta característica de meditación, de insistente glosado de una idea, tiene su punto máximo en un motivo que, con curiosas variantes, llega a repetirse hasta 18 veces, casi siempre en el bajo. Así el pasaje del compás 149:

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Es tal la elevada quietud y gravedad que se desprende de este Tiento, que consideramos oportunas las palabras que Dom Gajard, uno de los grandes especialistas gregorianos en nuestro siglo, encontró para esta psicosis modal: «Nunca concluye, queda como suspendido entre la tierra y el cielo, modo estático, modo eterno». Es el mundo del que certeramente nos transmite sus vivencias el autor castellano, que con la presente obra nos ha dejado una de las más bellas realizaciones de su primera época y, sin duda, el Tiento más relevante de toda la colección de Venegas.


2-I. Verso de 8.° tono, n.° 2 (M)
(Fuente: «Obras», Fol. 38v.)

Estos diecisiete compases sobre ideas salmódicas del 8.º tono, vuelven a afirmar el carácter de esta modalidad en Cabezón: simplicidad y transparente delicadeza, como «otro» concepto menos brillante del «modo mayor». Las obras adscritas a este ámbito tonal, séptimo-octavo tono, pueden en efecto alcanzar por ese camino un cierto «toque» de inmaterialidad.


2-II. Verso de 8.° tono, n.° 2 (S)
(Fuente: «Obras», Fol. 13 )

De estructura aún más resumida que la anterior (15 compases) pueden apreciarse en ella las mismas características expresivas. Con el «canto llano» en el alto, pertenece a la primera colección de «Versos».


2-III. «Pour un plaisir». Glosa n.° 6, sobre una obra de Crecquillon
(Fuente: «Obras», Fol. 79)

Se trata de un sencillo trasvase al teclado de esta graciosa obra de Tomás de Crecquillon; a pesar del incomplicado nivel de transcripción, ofrece, sin embargo, alguna formulación ornamental de sello propio. Ya hemos comentado en otras obras la estrecha relación de Crecquillon con la Capilla Musical de Carlos V, y cómo a pesar de la probabilidad de un frecuente contacto entre ambos músicos, las obras inspiradas en Crecquillon son, sin duda, las menos elaboradas de las glosas cabezonianas. En todo caso, y aunque resultara explicable el poco apego de nuestro autor hacia género tan «profano», ello no impidió que transcribiera varias de sus famosas «Chansons», muy populares en toda Europa, que asimismo fueron tratadas por casi todos los instrumentistas y copiladores hispánicos de su tiempo.


3. Diferencias sobre «Guardame las vacas», I/H
(Fuente: «Obras», Fol. 185)

Cuatro variaciones o «diferencias» sobre la consiguiente canción popular española cuyo esquema armónico sirvió de base a constantes ensayos de variación en los siglos XVI y XVII. Emparentado con el «Pasamezzo antico», Cabezón lo usó en tres ocasiones, siendo las presentes variaciones alta muestra de elegancia contrapuntística y sentido ornamental. El tema ofrece, en efecto, una atractiva base armónica:

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Su texto:

«...Guárdame las vacas, carillejo y besarte hé;
si no bésame tu a mí
que yo te las guardaré...»

De los tres bloques de «Vacas» compuestos por el autor, este es el más «líquido» de líneas, el más popular. Aun con sus típicos momentos de confrontaciones y cruces armónicos, es apreciable ante todo la desenfadada transparencia de carácter de la obra.
Curiosamente, es empleado el signo de «da capo», recurso rarísimo en Cabezón, que cierra la obra con la repetición del primer grupo de variaciones.


4. Tiento de 1.er tono, III/H
(Fuente: «Obras», Fol. 53)

Mientras que el Tiento de 4.° tono, XIII/Ve, puede significar el punto más alto de elaboración de la forma «tiento» en la primera época, debemos considerar el de 1.er tono, III/H, como un punto culminante de la etapa madura del arte de Cabezón.

De evidente parentesco temático con el X/H (el otro Tiento de 1.er tono de la colección de Hernando), mientras que éste pliega hacia adentro su tensión estructural y expresiva, el III/H expande sus derivaciones y relaciones formales hasta un extremo inusitado.

Es interesante la variante que distingue los dos temas, derivados ambos de la cantinela inicial del Himno «Salve Regina».

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En las observaciones a la ejecución del primero (Disco II, «SALAMANCA», Cara B, n.° 4) ya hablamos sobre sus características gregoriánicas y de los continuos juegos cromáticos que imparten ese carácter dual a sus referencias armónicas. Esas mismas propiedades y valores estructurales podemos considerarlos igualmente aquí, así como la orgánica uniformidad del referido Tiento de 4.° tono XIII/Ve. El ímpetu instrumental del Tiento III/H acusa en cualquier caso un mayor desarrollo y más exigente línea dinámica, característica de un más avanzado sentido del Barroco. Así las figuras ornamentales en corcheas y semicorcheas exigirían por sí solas muy detenido comentario.

Estructurada la obra en tres grandes partes, es ejemplo de interesante lógica constructiva. De proporciones análogas a las observables en los tres períodos «clásicos» en tientos de dimensiones «normales» (entre 140 y 180 c.), la continuidad motívica entre unos y otros realza su mutua relación estructural. La inventiva melódica y armónica cabezoniana ha conseguido aquí un verdadero alarde formal. Rozando temas o «cantus» conocidos ha conseguido en una libre contura de todos ellos, una asimilación peculiar, en un plano donde la temática «real» se confunde con la «imaginaria». El cincelado del artesano burgalés ha conseguido una vez más en su entrelazado de arcos y crucerías un resultado de auténtica, original creación: de su sabia alquimia vuelve a emerger de nuevo ese «gesto» ciertamente liberador que es, en definitiva, la realización de su más profunda personalidad.

Los analistas encontrarán aquí piezas muy exquisitas en esta introvertida, orgánica «catedral». Desde el recuerdo de la «Salve Regina» del comienzo, hasta el coral protestante —¡recogido en las copilaciones de Lutero!— «Vom Himmel hoch» («De lo alto del cielo...»), pasando por «Qui la dira»... Toda una agradecida temática para la fantasía del investigador cabezoniano que lo desee. ¿Revisionismo o alquimia?

La coordinación estructural podría describirse en el siguiente esquema:

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Más sorprendente que todo ello es la obra misma, sobre la que tan acertadamente escribió Santiago Kastner en su espléndida edición de «Tientos und Fugen» (Schott, 1958) el juicio siguiente que por interés y autoridad reproducimos a continuación:

«... Lo que aquí se ha realizado en el campo de la derivación y transformación temática, de la secuencia y del contrapunto imitativo, del ritmo, de la armonía y de la variedad de las figuras ornamentales, destaca largamente sobre la morfología habitual de los otros Tientos, y acredita una manera de escritura clavierística que anticipa muchos de los refinamientos técnicos de los virginalistas ingleses. Esta espléndida composición, con su extraordinaria lógica y concentración, entrega la base y anticipa el camino a la Fantasía monotemática de Sweelinck (1566-1621). Este Tiento podría haber sido para Sweelinck más elucidador que todas las fantasías de los virginalistas ingleses. Aquí debemos recordar que los Cabezón han viajado y permanecido un cierto tiempo en los Países Bajos y que allí el arte organístico ibérico fue bien conocido... Lo mismo puede aplicarse para J. Titelouze (1563-1633) ya que la presencia de España en los Países Bajos pudo solamente propiciar tales fructíferas influencias.»

Esta consideración es importante ya que a través de los dos autores mencionados aquí por Kastner, habría que deducir la influencia de Cabezón en la futura configuración estilística de un J. S. Bach, que reunió en su obra tanto características de la Escuela norte-alemana como de las del sur, completándose así en él un gran círculo, con la irradiación cabezoniana a través de Italia.



Cara B


1-I. Verso de 7.° tono, n.° 2 (S)
(Fuente: «Obras», Fol. 11)

Con el canto salmódico en el alto, estos dieciocho compases son alarde de meditada concentración polifónica y musicalidad. Sus cromatismos son tan sorprendentes que diríanse propios de una obra romántica o postromántica, apenas concebible su composición a mediados del siglo XVI.


1-II. Tiento de 1.er tono, X/Ve
(Fuente: «Venegas», Fol. 22)

Todo lo referido anteriormente con ocasión de otro Tiento de la colección de Venegas (4.° tono, XIII/Ve ) incluido en estas versiones pianísticas, podría repetirse en esta orgánica obra cuyos elementos vuelven a estar unidos por ese sentido armónico y estructural «concéntrico» peculiar de Cabezón. Primer tono, tónica-Sol, transportado a la cuarta superior, es de todos los tientos el de tesitura más aguda, lo que contribuye a una mayor transparencia de sus valores tímbricos. Curiosamente, sin embargo, su tónica final es Re, por lo que también podría ser considerado como un segundo tono.

El misticismo que impregna toda la obra es del mejor cuño y este vuelve a ser su realidad básica y su más auténtica definición: 150 compases de una mano guiada por la conciencia de un orden «superior» del universo y la maestría de un genio capaz de reflejarlo.


2-I. Verso de 4.° tono, n.° 4 (S)
(Fuente: «Obras», Fol. 12)

Reducido de extensión (15 compases), lleva el canto en el bajo. Sirve aquí de breve preludio a la obra siguiente, en las mismas características tonales.


2-II. «Anchor che col partire». Glosa n.° 5, sobre una obra de Cipriano da Rore.
(Fuente: «Obras», Fol. 78)

Aunque no da Hernando el autor del modelo glosado, se trata de una conocida obra de Cipriano da Rore (1516-1565), polifonista flamenco rigurosamente contemporáneo de Cabezón. Al igual que éste, gozó, junto a su prestigio artístico, de la amistad de numerosos monarcas y grandes de su época. Su fama fue extraordinaria, sobre todo en Italia, donde fue tenido por el autor que mejor encarnaba las grandes cualidades de los maestros flamencos de la generación anterior: Josquin, Mouton y Willaert, con el que parece haber tenido muy estrecha relación.

El conocimiento personal entre Rore y Cabezón tampoco debe descartarse. Admirado por Carlos V, Granvela, el cardenal Madruzzio y otros personajes ligados a los datos biográficos cabezonianos, hace Rore en esta obra gala de sus altas amistades al poner música a la canción «Anchor che col partire» de D. Alfonso de Avalos, Marqués del Vasto. Napolitano de nacimiento —Virrey de Milán como sobrino y sucesor del Marqués de Pescara— sus pretensiones literarias fueron fomentadas por su relación familiar con Victoria Colonna (la poetisa amiga y confidente de Miguel Angel).

El Marqués del Vasto fue en efecto un personaje a lo Garcilaso, que supo unir el valor militar con la musa poética. Damos por su interés el texto base a la Canción de Rore:

> «Anchor che col partire
io mi sento morire
partir vorrei ogn'hor
ogni momento
tant'il piacer, ch'io sento
de la vita ch'acquisto nel ritorno
e cosi mille mille volt' il giorno
partir da voi vorrei
tanto son dolci gli ritorni miei».


3-I. Tiento de 8.° tono, IV/Ve
(Fuente: «Venegas», Fol. 17v.)

El más extenso de los tientos del libro de Venegas, presenta un nuevo procedimiento formal. De disposición «en tríptico», sus principales secciones se hallan (a diferencia de los otros tientos de Venegas) separadas entre sí por una cesura.

El primer período, de 70 compases, ofrece un curioso dato de transformación temática; por sustitución de una de sus notas queda convertido el motivo inicial, de corte escolástico, en otro de opuesto carácter, tipo «chanson» profana, o caballeresca.

Núcleo motívico inicial, primero momento, c. 1 a 35:

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Núcleo motívico inicial, segundo momento, c. 35 a 70:

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Ambas «posiciones» del tema acaban conjuntándose en la polifonía y ese es el momento que concluye el primer periodo de la obra.

El segundo (60 compases), que se inicia con fisonomía de fabordón, pronto vuelve al estilo motético alternado y concluye después de un canon, directa derivación del «segundo momento» del tema inicial:

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Los últimos cincuenta compases protagonizan un discurso que, centrado desde el tenor, es abundante en diseños descendentes, de muy libre estilo imitativo. Su idea base es la cuarta,

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con cuyo carácter «plagal», en la voz del alto, cierra la obra. De especial interés es la casi equiparación de dimensiones en los tres períodos, nunca tan iguales en extensión y envueltos en una dinámica argumental tan uniforme como en la presente obra, digna del más minucioso análisis. Ámbito modal transportado a tónica-Fa, por razones tímbricas. Su expresividad tiene en efecto un tinte legendario, «irreal».


3-II. Verso de 2.° tono, n.° 3 (M)
(Fuente: «Obras», Fol. 31)

Un tanto rutinario aparece este Verso de 2.° tono (17 compases) a pesar de la soltura de diseño y armonía. La primera mitad de la obra es un dúo entre tiple y alto, comenzando la segunda fase de ella con unos glosados en corcheas que preceden la flexión cadencial. Final-Re, su ámbito aparece, pues, nuevamente transportado a la quinta inferior.


4-I. Verso de 6.° tono, n.° 1 (M)
(Fuente: «Obras», Fol. 35v.)

Rimando una vez más concisión y elegancia, esta breve exposición modal —con algunos momentos de semitonía muy característicos— abre una sutil ambientación de 6.° tono, como preludio a la obra siguiente.


4-II. «Stabat Mater», I/H. 2.ª parte. Glosa n.° 17 sobre Josquin des Prés
(Fuente: «Obras», Fol. 107v.)

Se corresponde con la versión de esta gran glosa realizada en el órgano de Trujillo (Disco n.° 4, Cara B n.° 3) donde se grabó su primera parte en uno de los más bellos registros de órganos clásicos españoles. La versión pianística de esta segunda parte ofrece una digna contraportada a esta espléndida, lírica glosa. A lo largo de estas notas hemos comentado ya con frecuencia cómo el genio de Josquin, a través de sus obras, sirvió de gran estímulo al arte del ciego castellano. Una vez más podemos observar ese perfecto maridaje estilístico. La límpida transparencia musical josquiniana, tan bien traducida por el teclado de Cabezón, adquiere sobre el piano una muy lograda altura interpretativa, quizá una de las más destacadas, más espirituales versiones de toda la serie.


5-I. Verso de 6.° tono, n.° 7 (M)
(Fuente: «Obras», Fol. 37v.)

Un nuevo Verso de 6.° tono, de «Magnificat», preludia, en muy otra psicología expresiva, la brillante obra que sigue, «Inviolata» II/H, nueva glosa josquiniana que cierra este recital.

Hemos comentado las dos muy diversas atribuciones expresivas del 6.º tono: una reposada, de dulce expresión («provoca a lágrimas»... llegaría a decir Fray Juan Bermudo) y transparencia en la estructura, y otra segunda, pujante, virtuosística en to instrumental, y de fuerte cohesión arquitectónica.

Si en el bloque anterior hemos podido apreciar en una obra Josquin-Cabezón (el «Stabat Mater», I/H) las primeras cualidades, en el bloque que forman el presente Verso e «Inviolata» II/H, van representadas las segundas. Y lo que en el Verso, aunque de ritmo insistente —recortado, preciso—, tiene todavía una dinámica contenida, en la obra siguiente se convierte en un ímpetu de gran porte: un poderío rítmico casi desacostumbrado para nuestro autor.

Por algunas figuraciones sincopadas y semejanza de líneas, es casi necesario el recuerdo del Tiento XI/H, en dos partes, también de 6.° tono (ver Disco n.° 3 «LONDRES», cara A, n.° 2).

Es en efecto este Verso obra de gran jugosidad lineal, períodos cortos, y alternada estructuración polifónica: una de las obras cortas más bellas de Cabezón, realizadas en esta adscripción tonal.


10. «Inviolata», II/H. Glosa n.° 26, sobre Josquin des Prés
(Fuente: «Obras», Fol. 134)

No debe extrañar pues esta insistencia en las glosas sobre Josquin. Las transcripciones teclísticas partiendo de sus modelos tienen un interés extraordinario, pues sin exageración se trata de un espíritu gemelo que facilitó a Cabezón el camino hacia el encuentro con lo mejor de su propia genialidad musical.

La presente «Inviolata» denota además un muy avanzado período estilístico. Sobre todo en comparación —muy útil para quien desee profundizar en el conocimiento de Cabezón— con la otra glosa del mismo nombre, que en sus tres partes originales acusa los rasgos de un «Antonio» de época más temprana (ver Disco n.° 2 «CATEDRAL DE SALAMANCA», Cara B, núms. 1 y 4).

El juego cromático de algunas alteraciones accidentales combinadas dentro del juego polifónico, presenta algunas propuestas armónicas muy atractivas. Igualmente ocurre con ciertos detalles en la distribución lineal de las voces y sus respectivas densidades.

El impulso creador de Cabezón le ha llevado a plasmar aquí una vez más en valores pianísticos (o teclísticos, como se desee) una gran obra de innegables exigencias técnicas y expresivas.

No sólo para Cabezón fue importante el arte de Josquin des Prés. En todo el orbe occidental fue la gran figura que superó nacionalidades, credos y fronteras. Admirado por todos los grandes de su siglo, uno se sorprende que en medio de las divergencias políticas y religiosas de la época, el espíritu de Des Prés fuera universalmente reconocido y acatado.

No nos resistimos a pensar que si Carlos V, Francisco I, Lutero... en sus encuentros y Concilios en lugar de insistir en sus diferencias hubieran hablado de sus afinidades, y se hubieran recordado mutuamente su veneración por Josquin, podría incluso haberse dado el milagro de un entendimiento a través de un arte que fue para todos mensaje de inmaterial armonía e inspiración.

ANTONIO BACIERO