Castrati en el Romanticismo  /  Tu Shi Chiao · Felipe Sánchez


Vicente MARTÍN Y SOLER · Girolamo CRESCENTINI







Pneuma PN-040
1994




Vicente Martín y Soler
XII CANZONETTE ITALIANE


01 - I. La Preghiera · Larghetto   [1:26]
02 - II. La Mercede · Allegretto   [1:21]
03 - III. La Speranza · Andante   [1:34]
04 - IV. L'Innocenzza · Allegretto   [2:28]
05 - V. Amore e Gelosia · Andante sostenuto   [1:46]
06 - VI. La Semplice · Andante   [1:03]
07 - VII. La Costanza · Largo   [1:50]
08 - VIII. La Natura · Allegretto   [2:24]
09 - IX. La Risoluta · Allegretto   [1:09]
10 - X. La Fede · Andante con moto   [0:59]
11 - XI. La Pastorella · Allegretto   [1:23]
12 - XII. La Volubile · Allegretto amoroso   [1:53]



Girolamo Crescentini
XII ARIETTE ITALIANE


13 - I. Ecco quel fiero instante · Larghetto   [1:59]
14 - II. Tu mi chiedi · Andante mosso   [2:26]
15 - III. O teneri piacere · Maestoso   [1:35]
16 - IV. Languir d'amore · Andante   [2:48]
17 - V. Se spiegar potessi · Andante   [1:09]
18 - VI. Non v'è più barbaro · Andante   [1:31]
19 - VII. Dove rivolgo, oh Dio · Largo   [1:09]
20 - VIII. Clori, la pastorella · Maestoso   [1:28]
21 - IX. Numi, se giusti siete · Larghetto   [1:26]
22 - X. Ch'io mai vi possa · Andante   [1:11]
23 - XI. Dal di ch'io ti mirai · Andante   [1:21]
24 - XII. Per valli, per boschi · Andante mosso   [1:15]




TU SHI-CHIAO
canto
FELIPE SANCHEZ MASCUÑANO
guitarra romántica



guitarra: Lourdes Uncilla
copia de Petit Jean l'Ainèe 1895
investigación y documentación: Juan Bautista Otero
grabao en Jingle Express en noviembre de 1994
ingeniero de sonido: José Manuel Morell









C A S T R A T I    E N    E L    R O M A N T I C I S M O

"Su hermosa voz sobrenatural no puede ser comparada con ninguna voz de mujer. No puede haber timbre más bello ni más pleno y, con esa pureza argentina, él adquiere un poder indescriptible".

Es el filósofo Schopenhauer quien se manifiesta pero... ¿quién podía conmoverle tanto? Se trataba de Girolamo Crescentini uno de los últimos "castrati" de la historia. Entrado ya el siglo XIX, en Crescentini y Gianbattista Velluti, la era de los "castrati" tuvo su canto del cisne; la ópera romántica naciente ya no gustaba de utilizar a hombres con tesitura de soprano, así que los castrados para el canto empezaron a convertirse en leyenda. Un silencio de más de un siglo siguió a su gloria.

Habría que esperar al reflorecimiento de los contratenores, ya en la segunda mitad del siglo XX, para que fuera posible la recuperación del repertorio de "castrati". La atracción nostálgica que cada vez más se siente hacia nuestro pasado hace que resurja la ópera barroca. En ella, resplandece el canto legendario de los "castrati". Tras la reforma de Metastasio (1723), el énfasis dramático ya no se encuentra tanto en el lujo de la puesta en escena y en el ingenio de la maquinaria teatral como en la explotación de los recursos vocales. Quienes más podían ofrecer, en ese sentido, eran los castrados, con una amplitud de registros impactante, con un "fiato" interminable y con una completísima formación musical, literaria y artística. Por todo ello, el siglo XVIII fue la época de los "primi uomini".

Ese aire musical y operístico respiró el español Vicente Martín y Soler, nacido en Valencia en 1754 y formado en la Catedral como niño cantor. A los 22 años debutaba ya como autor teatral en Madrid y a los 25 comenzaba su periplo europeo. Tras 10 años en Italia llegó su época dorada vienesa. Sus óperas ("Il barbero di buon cuore", "Una cosa rara ossia belleza e onestá" y "L'arbore di Diana") alternaban en Viena con las del mismo Mozart y gozaban de un éxito arrollador.

Da Ponte (el libretista por excelencia de ese momento) destinó algunos de sus textos a Martin y Soler al que consideraba "con un talento lleno de esa dulce melodía, de la cual más de un compositor tiene el sentimiento innato, pero que muy pocos, por rara excepción, saben traducir y expresar".

El prestigio de Martín y Soler fue tan grande que, llamado por Catalina II de Rusia, estuvo contratado en San Petersburgo como compositor, director y maestro de canto de la Corte Imperial. De gran éxito gozó también en Londres, donde compuso nuevas óperas, así como en el resto del continente europeo, habiéndose extendido su fama y su prestigio hasta su muerte en 1806.

Es en esos primeros años del XIX cuando otro importante fenómeno musical había empezado a extenderse: la moda de la guitarra y de las canciones acompañadas por ese instrumento. Ferdinando Carulli, que incorporó algunas de esas piezas en el principio de su "Tratado de Guitarra", llegó a París en 1808. El guitarrista catalán Fernando Sor, que más tarde obtendría un éxito rotundo en Londres y Rusia, se exiliaba en esa capital en 1813. Y unos años antes, en 1807, llegaba a la corte de Viena Mauro Giuliani, aportando sus innumerables obras vocales con acompañamiento de guitarra. Martín y Soler se había adelantado en unos años a la eclosión de los grandes guitarristas en Europa.

También Crescentini, como compositor, se hacía eco de la nueva "guitarromanía" (expresión acuñada en ese tiempo). Es curioso que el mismo hombre que ponía un broche de oro a la larga lista de gloriosas voces agudísimas se adentrara de lleno en los nuevos gustos románticos. Nadie podía dejar de sobrecogerse ante tan particular confluencia.

Mme. Vigée-Lebrun le escuchó en Roma: "...Representaba un papel de mujer y estaba cargado con un gran cesto, como lo que se llevaba en la corte de Versailles, lo que nos hizo mucha gracia. Hay que añadir que Crescentini tenía entonces toda la frescura de la juventud y que actuaba con una gran expresión". Napoleón quedó subyugado en Milán y Viena por la voz que Europa llamaba "el Orfeo italiano", y se apresuró a invitarle a París, con la "imperial retribución" de treinta mil francos anuales. El emperador se reservaba a Crescentini, junto a la soprano Giuseppina Grassini, para su teatro de la Corte en las Tullerías para uso exclusivo de su familia, cortesanos e invitados importantes.

"Desde el palco donde yo estaba, veía perfectamente, con mis anteojos de teatro, el rostro de Su Majestad. Mientras Crescentini cantaba..., estaba, sin exagerar, radiante de placer, se agitaba en su butaca, hablaba frecuentemente a los grandes oficiales del Imperio que le rodeaban y parecía querer hacerles compartir su admiración" (Mlle. Avrillón). Más que admiración, se trataba de una profunda emoción: Crescentini fue el último cantante que arrancó lágrimas a Napoleón. A pesar de eso, su voz de castrado no dejaba de simbolizar una época, en esos años, ya superada, por lo que en 1812, Crescentini se retiró de la escena y marchó a Italia donde se dedicó a la docencia hasta su muerte en 1846.

Ese tan extraño y dorado eslabón que enlaza el canto de los "castrati" con la nueva estética del XIX, es lo que se recrea en la presente grabación.

El timbre de voz tan particular del contratenor TU SHI CHIAO, acompañado por el sonido de una fidedigna copia de una guitarra de 1795, que tañe FELIPE SANCHEZ MASCUÑANO, nos permite recuperar el sabor de un raro y especial momento en la historia de la música.

Angeles Burrel Argis



Para esta grabación hemos utilizado las ediciones originales
(sin fecha impresa, pero datadas las dos en los primeros años del siglo XIX).
Ha sido necesario retocar algunos detalles, así como realizar las cadencias y algunos fragmentos melódicos,
tanto en la melodía como en el acompañamiento
(particularmente en el caso de Martín y Soler, ya que se trata, en práctica, de un bajo esquemático para cifrar).

Tu Shi Chiao - Felipe Sánchez